Para Román Murzyla, la imagen fue como una foto del Apocalipsis: el cielo oscureciéndose en pleno mediodía; las llamas devorando todo a su lagunas. Vive en Villa Ocampo, una localidad de 25.000 habitantes al norte de Santa Fe a la que se conoce como “el corazón del Jaaukanigás”, por estar en el centro de ese humedal de casi 500.000 hectáreas. Para las vecinas y vecinos del lugar, hubo un antes y un después de los incendios que en 2020 pusieron en vilo al país y causaron lo que los especialistas consideran una de las mayores tragedias ambientales de nuestra historia. El paisaje verde y repleto de vida del Jaaukanigás se quemó casi por completo: el fuego afectó un 80% de su territorio.
Esa es apenas una de las postales que dejaron los incendios. Según el último informe publicado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, el fuego afectó más de 1.151.931 de hectáreas en casi todas las provincias de la Argentina, aunque las organizaciones ambientalistas advierten que serían muchas más. Se desconoce qué porcentaje de ese total pertenece a humedales, pero los números con los que se cuenta son alarmantes: solo en el Delta del Paraná se quemaron 328.995 hectáreas, 16 veces la ciudad de Buenos Aires.
En el Día Internacional de los Humedales, los especialistas consultados por LA NACION coinciden en que la protección de esos ecosistemas que ocupan 600.000 km2 de nuestro territorio (el 21,5% del país), es una deuda ambiental impostergable. No solo juegan un rol clave en la mitigación del cambio climático, en frenar los gases de efecto invernadero y en prevenir inundaciones actuando como esponjas naturales, sino que tienen un sinfín de otros beneficios para la vida de todas las especies, incluida la humana. Protegerlos es el equivalente a invertir en el mejor seguro para la casa común: el planeta tierra.
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