En pleno corazón de los esteros, una fundación ya logró que se forme una nueva población de osos hormigueros. Y ahora van por su proyecto más ambicioso: el esperado regreso del yaguareté.
El botador se clavó en la orilla y con un pequeño aventón la lancha comienza ahora a flotar en el arroyo Carambola, mientras un grupo de carpinchos come pasto con paciencia y sin inmutarse. Serán varios minutos por ese arroyo, para después navegar sobre la laguna Paraná hasta San Alonso. Es un viaje al corazón de los Esteros del Iberá, en Corrientes.
Atrás quedaron más de dos horas en camioneta por caminos de tierra, ripio y arena que llevaron a los enviados de Clarín hasta el portal San Nicolás. El ingreso a los esteros es una zona de contrastes: el verde casi interminable de la llanura se ve interrumpido por una línea oscura, casi perfecta, en el horizonte. Es la forestación. Son los pinos que custodian el paso hacia uno de los humedales más grandes del mundo. Son miles y todos tienen un corte en forma de V en la base con una pequeña bolsa colgada, que sirve para almacenar la resina.
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