Puede ser de propiedad de, y estar gestionada por, personas físicas, familias, empresas, clubes, universidades, cooperativas u organizaciones de la sociedad civil. A su vez, puede contar o no con reconocimiento formal del gobierno.
Las reservas naturales privadas nacen del interés y la voluntad de sus propietarios por proteger los recursos naturales que albergan sus tierras. Son una herramienta de gran potencial para complementar la superficie protegida por el Estado, que en la Argentina, actualmente alcanza solo el 7,7% de la superficie continental. También pueden generar importantes aportes a una estrategia nacional o regional de desarrollo sustentable.
Si consideramos que (según las metas planteadas en la Convención de Diversidad Biológica, firmadas en 1992 por el gobierno argentino y ratificadas en 1994 por el Congreso Nacional mediante la Ley 24.375) se debería proteger al menos un 17% de cada región natural terrestre y 10% de las marinas, y si tenemos en cuenta que el enorme porcentaje de territorio de la Argentina que se encuentra en manos privadas (aproximadamente el 80%), entendemos la importancia de involucrar a los propietarios de tierras en la conservación de nuestras riquezas naturales.
En la mayoría de los casos, los privados que crean reservas en sus propiedades compatibilizan la conservación de la biodiversidad con alguna actividad productiva que desarrollan de manera sustentable; en general el turismo, pero también ganadería y explotaciones forestales entre otras. De esta manera, realizan un valioso aporte para asegurar la conservación de la vida silvestre y el funcionamiento de los ecosistemas.
Actualmente se contabilizan en Argentina 192 reservas naturales privadas. Éstas representan más de 726.000 hectáreas de conservación privada en nuestro país convirtiendo a la Argentina en uno de los países de Latinoamérica con más superficie protegida por iniciativas de esta categoría.
La distribución de reservas privadas en el país está marcada por la disparidad de reconocimiento e incentivos gubernamentales a la conservación privada, la incidencia geográfica de las organizaciones no gubernamentales ambientalistas que las promueven y la exuberancia de la naturaleza en determinadas ecorregiones.